El reloj que lleva más tiempo funcionando ininterrumpidamente (sin pilas y sin darle cuerda) es el Reloj de Beverley, que se encuentra en el vestíbulo del Departamento de Física de la Universidad de Otago, Dunedin, Nueva Zelanda. Lleva en marcha nada menos que desde 1864.
Pero dicho reloj no es el más preciso del mundo, precisamente. Éste se ubica en Reino Unido, y se llama NPL-CsF2, como si fuera un personaje robótico de Star Wars. Lo cierto es que no tiene aspecto de reloj, en el sentido tradicional del término: más bien es un armatoste de cables, tubos y mecanismos. No es muy útil para transportar en la muñeca, ni tampoco muy bonito para poner en el recibidor de casa: pero lo bueno es que sólo atrasa un segundo cada 138 millones de años. Es decir, que desde que aparecieron los dinosaurios en la Tierra hasta ahora, el reloj sólo se habría atrasado un segundo.
Este reloj atómico se encuentra en el Laboratorio Nacional de Física (NPL, por sus siglas en inglés), y se basa en una fuente de emisión de cesio, en el que el tictacqueo está marcado por la medida de energía necesaria para cambiar una propiedad de los átomos de cesio llamada “espín”. Por definición, cuando ocurren 9.192.631.770 de estas oscilaciones, pasa un segundo.
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