Los científicos saben que Lucy, la primera Australopithecus afarensis descubierta, era bípeda y caminaba erguida. Ahora han llegado a la conclusión de que esta primate de 3,2 millones de años y el resto de miembros de su especie también trepaban a los árboles. En una investigación que publica esta semana la revista Science revelan que estos antecesores del género Homo tenían la articulación del hombro orientada hacia arriba, lo que refuerza la hipótesis sobre su comportamiento arbóreo y demuestra sus semejanzas con los simios africanos modernos.
La morfología del omóplato está relacionada con los hábitos locomotores. Así, para comprender mejor el crecimiento y el desarrollo del Australopithecus afarensis los investigadores estadounidenses han estudiado sus huesos del hombro.
Los investigadores, según cuenta la agencia SINC, han analizado el caso de Selam, un ejemplar juvenil de A.afarensis de unos tres años de edad encontrado en el yacimiento de Dikika (Etiopía) en 2000. Selam es conocida con el apodo de "la hija de Lucy" por la proximidad geográfica de ambos fósiles, a pesar de que los restos de la niña de Dikika, con 3,3 millones de años, son más antiguos.
En primer lugar analizaron el desarrollo y la evolución de la forma del omóplato de los homínidos existentes, lo que les permitió conocer las diferencias morfológicas entre los ejemplares jóvenes y los adultos. A continuación, los científicos compararon los restos fósiles de los extintos australopitecos con los de otros homínidos como el Homo sapiens, el Homo ergaster y los géneros Pan, Gorilla y Pongo. “Analizamos el omóplato de ejemplares adultos y juveniles de estas especies”, explican. “Esta aproximación nos ayudó a comprender mejor la influencia del sistema locomotor en la anatomía del hombro de los australopitecos”, recoge el estudio. Los resultados mostraron que existen dos formas distintas del omóplato tanto en los homínidos existentes como en los extinguidos.
Los primates africanos se diferencian de los humanos por una concavidad situada en la cabeza del omóplato que está orientada hacia el cráneo. Esta característica responde a su necesidad de distribuir el peso sobre la cápsula de la articulación del hombro mientras trepan y cogen los objetos, especialmente cuando su miembro superior sostiene alguna carga. “Nuestro análisis demuestra que los australopitecos también tenían la articulación del hombro orientada hacia arriba”, explican los autores. Esto les permitió evitar el desplazamiento del húmero cuando se colgaban de los árboles. “Se trata de un rasgo característico de los animales suspensorios, que se balancean de un sitio a otro”, asegura la investigación. En cambio, la orientación de las articulaciones de los Homo sapiens era lateral y, además, necesitaron más tiempo de evolución para conseguir ese enfoque craneal.
Además, el estudio demuestra que los homínidos arbóreos, como Selam, tenían una fosa infraespinosa (el área cóncava de la zona posterior del omóplato) más estrecha que la de los humanos, lo que les permitía estabilizar la articulación del hombro durante la suspensión. “Muy probablemente estos homínidos participaron en estrategias de comportamiento en las que trepar a los árboles se unía a su condición bípeda”, concluyen los expertos.
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