domingo, 21 de abril de 2013

¿Por qué las mujeres eran mejores operadores de teléfono?

centralita
Hace un tiempo os hablaba de que las mujeres sabían captar mejor el pulso emocional de las comunicaciones en Morse durante la Segunda Guerra Mundial. En esta misma línea, las mujeres, por allá 1877, se descubrieron como operadores de teléfono mucho más competentes que los hombres. De hecho, la imagen cinematográfica de una mujer en mitad de una centralita de teléfonos, conectando clavijas y accionando conmutadores, no es nada fortuita: realmente eran mujeres en la mayoría de los casos, y lo eran por su especial y presunta pericia (aunque también porque resultaban más baratas). Al principio, este trabajo no revestía mayor dificultad: apenas dos docenas de clientes eran los que usaban el servicio de telefonía en 1878, entre los que se encontraban la comisaría de policía de New Haven, Connecticut, la primera “centralita” del mundo. El número de teléfono, para facilitar la localización de los nuevos suscriptores, llegó a finales de 1879 en Lowell, Massachusetts: cuatro operadores llevaban las conexiones de 200 suscriptores. Era la primera vez que se llevaban a cabo un listado alfabético de personas que podían llamarse a distancia. La idea se implantó progresivamente en muchas otras centralitas del país Poco después, las guías de teléfonos se convirtieron en mamotretos de la identificación de la población humana: la guía de Londres tenía tres tomos, por ejemplo, y la de Chicago ocupaba un volumen de 2.600 páginas. (Hasta 2010, las compañías telefónicas estadounidenses no retiraron definitivamente las guías telefónicas: en Nueva York se calcula que el fin del suministro automático de guías de teléfonos supuso un ahorro de 5.000 toneladas de papel: ahora ya no es necesario memorizar el teléfono de nadie, basta con buscar su nombre en Internet o en la memoria de nuestro teléfono). Irónicamente, las centralitas de telefonía fueron, junto a otra tecnología emergente (la máquina de escribir), un gran impulsor laboral de la mujer, aunque ambos empleos estuvieran muy mal pagados.

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