1. El frío no influye: A pesar de que nos digan lo de “abrígate que hace frío y te puedes resfriar”, lo cierto es que el frío no está implicado directamente en el contagio vírico de un resfriado. A decir verdad, a los virus no les gustan nada los ambientes fríos.
El hecho de que se produzcan más resfriados en invierno, pues, responde a motivos secundarios que, eso sí, están motivados por la bajada de temperaturas. Todavía no se conocen todos los motivos, pero se barajan algunas hipótesis.
La primera es que el frío propicia que nos encerremos con más facilidad en estancias calientes y mal ventiladas, lo que provoca que entre nosotros nos contagiemos más fácilmente (de hecho, siempre estamos respirando virus, y uno sólo se contagia cuando el virus consigue derribar las murallas numantinas de nuestras defensas o cuando inhalamos más cantidad de virus de lo normal).
La segunda tiene que ver con los mocos. Es en los mocos donde los virus se quedan enganchados en su gran mayoría, y ese moco fluido es expulsado al exterior mediante una especie de “pelos” que hay en las células de la tráquea llamados cilios. El movimiento de estos cilios es lo que provoca que el moco se mueva hacia arriba, hasta que llega al cuello y nos los tragamos, así los virus enganchados en el moco acaban digeridos por el ácido del estómago.
Sin embargo, por culpa del frío, el movimiento de estos cilios se torna más lento, de modo que el moco se mueve más despacio y el virus del resfriado dispone de más tiempo para llegar a la superficie de las células. Entonces algunos de ellos consiguen hacer copias de sí mismos e iniciar la infección.
2.Los antibióticos no funcionan: Cuando estamos resfriados, lo más efectivo es estar abrigados y hacer reposo. Al ser producido por un virus, el resfriado es inmune a los antibióticos (sólo atacan a las bacterias), y al existir tantos tipos diferentes de virus, las vacunas tampoco son efectivas.
Es común que la gente confunda los virus y las bacterias, o los considere prácticamente lo mismo:microorganismos que causan enfermedades. Pero las diferencias entre los virus y las bacterias son enormes. Las bacterias se parecen, de hecho, más a un ser humano que a un virus: pueden tener muchos tamaños y formas, pero siempre tienen unas características comunes, como una membrana celular que las aísla del exterior; y en su interior hay ADN y una maquinaria para fabricar las sustancias que produce la bacteria.
Los virus, por el contrario, no tienen membranas, no tienen maquinaria, no tienen casi nada de nada. Únicamente un fragmento de ADN (a veces es ARN) y unas proteínas que lo envuelven. Son como jeringuillas andantes: flotando en el medio, encuentran una membrana celular, introduce su ADN en la célula y ésta acaba por seguir las instrucciones del ADN del virus, como si hubiera sido vampirizada (generalmente, la instrucción principal suele ser “fabrica más virus como yo).
Por sí solos, el virus, al no ser prácticamente nada, es difícil atacarlo, pues no podemos interferir en su metabolismo (no tiene), no podemos romper sus membranas (no tiene)… ni siquiera podemos matarlo porque ni siquiera podemos considerar que esté “vivo” (como los vampiros). Por eso los antibióticos nada pueden hacer con los virus.
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